Rastros de Bucha
- Luis José Mata
- 18 abr 2022
- 3 Min. de lectura
La ciudad ucraniana de Bucha, de treinta y siete mil habitantes, con su lago y calles arboladas, era uno de esos cómodos suburbios donde las familias jóvenes aspiraban a vivir tranquilos por siempre. Es posible que pasen muchos años para que esta idea pueda volver a ser, a darse. El 3 de marzo del 2022, el ejército ruso llegó para amedrentar y matar a sus habitantes, sin contemplación. La tropa estaba compuesta por resentidos sociales, impregnados de un largo adiestramiento militar. Individuos, si es que se pueden llamar así, enemigos por naturaleza de la libertad y del bienestar ciudadano. Invadieron Bucha para someterla y al final destruirla completamente. La mayoría de sus habitantes ya no existen, solo quedaron unos pocos sobrevivientes, los que recogían con mucho sufrimiento los cuerpos de amigos y familiares desparramados en los rastros de Bucha. Sintiendo el profundo dolor de todo lo que habían perdido.
Uno de los cadáveres era el de Iván Vonastyrskyi. Lo encontraron encima de los rieles del tren, cerca de un campamento militar ruso donde los soldados ocupantes se habían sentado, bebiendo vodka; la risa era tan fuerte que los vecinos hervían de rabia al oirla resonar en las casa de la calle Yablunska. Ellos sabían desde hacía semanas que había un cuerpo en el campo, otro más entre tantos cadáveres que dejaron los rusos. Un vecino fue el primero en identificarlo, reconociendo el rostro sin afeitar de su amigo Ivan al que había visto recorrer muchas veces la calle Yablunska, esa bella calle que ahora parecía ser un campo de exterminio. Ivan tenía agujeros de bala en las pantorrillas y los brazos estirados en ángulos extraños, entre listones de madera, con clavos atravesándolos.
Cuando su esposa, Julia, se acercó al cuerpo, sus ojos azules se congelaron. Ella miró el suéter delgado que llevaba puesto, y no pudo evitar pensar cuanto frío había pasado Iván en sus últimos minutos. Los vecinos de Julia la ecucharon esa noche llorar, desconsolados. «¿Qué pasó?», se preguntaban. Uno de ellos que se había quedado en su apartamento, y que increíblemente no fue alcanzado por los disparos de la artillería rusa, dijo: «Durante 27 días las fuerzas rusas controlaron la ciudad, los soldados rusos se atrincheraron aquí y comenzaron una campaña de tortura y asesinatos de civiles, que ha sido descrita como crímenes de guerra». «Por suerte se han marchado; espero que no regresen», agregó otro vecino. Las calles de Bucha se habían convertido en un teatro del sadismo y barbarismo ruso, en medio de su creciente frustración por sus percances en el campo de batalla.
Julia Vonastyrskyi encontró una foto de boda con su esposo Iván, unos pocos días después de que las fuerzas rusas habían abandonado Bucha. Ellos vivieron una historia de amor. Cuando Ivan se mudó al bloque de apartamentos de la joven, justo al lado de la calle Yablunska, sabía que el padre de Julia se mostraba escéptico de que alguien fuera lo suficientemente bueno para ella. Pero Iván se ganó al padre y lograron el matrimonio. La pareja se casó un día de primavera del 2017, y se tomaron fotos el día de la boda en el cálido y frondoso parque de Bucha. Ese, que ahora no tenia manzanas en las ramas de los árboles. Vivieron juntos en un bloque de apartamentos, el Edificio 12, que está justo arriba de la colina, encaramado en un terreno más alto cercano al lago. Julia desde allí podía ver todo el pueblo y recordar a Iván, junto con su hija Sasha. Cuyos ojos eran tan azules como los de ella. Rogaban para que los rusos no volvieran.
18 abril 2022
3 comentarios