El laberinto de los anillos —V—
- Luis José Mata
- 18 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 sept 2020
Comienza temprano otra reunión. Borges quiere hablar de su ceguera y Proust de sus párrafos. Esos largos párrafos que en su novela, En busca de un tiempo perdido, ocupan miles de páginas que parecen no tener límites, eran casi infinitos. Competían en número con las puntuaciones de Borges, cuando escribió sus líneas precisas. ¿Qué se puede uno preguntar? ¿Será que los vocablos que nos asaltan, las frases que nos avivan, o las oraciones que nos despiertan, son lo único importante? ¿Será que las palabras y el tiempo son infinitos y libres?
Borges recordaba que él había hablado una vez en una conferencia sobre la ceguera y los colores —por allí en el año mil novecientos setenta y siete— diciendo que solo tenía un ojo que todavía le permitía ver con claridad un color —ese era el amarillo—. Incluso había mencionado, «la gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro» y había agregado: «hay un verso de Shakespeare que justifica esa opinión: Looking on darkness which the blind do see; “mirando la oscuridad que ven los ciegos”».
—Si entendemos negrura por oscuridad, el verso de Shakespeare es falso —dijo alguien en el hexágono, recordando que esa oración antojadiza —que hoy lo había despertado— la había oído en el otro mundo, en esa conferencia —en ese evento— del año 77.
¡Caramba! Proust salto de su silla de juez de citas literarias, ¿o quizás de moderador? y dijo: «no sigamos, por los momentos, introduciendo el racismo en la discusión, eso de “negrura” seguro que generará diferentes opiniones, mejor iniciemos el concurso y cada uno de ustedes —los invitados— dice en voz alta su cita preferida».
Camilo saltó al ruedo y dijo: «Antes de comenzar a decir las citas; quiero expresar que estoy pensando que no deberían ser —Proust y Borges— los que únicamente decidan sobre las alusiones literarias». Y agregó, «qué tal si nos dan una opinión»
—¡Claro! Tiene que haber alguien que desempate, en el caso de que Borges y Proust tengan opiniones distintas sobre la mejor cita literaria —dijo Toni.
—Yo sugiero, mejor dicho propongo a Julio Cortázar —dijo Camilo, hoy día involucrado —. Cortázar no se ganó el premio Nobel, por lo tanto es imparcial y además escribió con una “cultura universal”. También puede traducir —las citas— al Gíglico.
—Apoyo a Camilo —expresó Gabriel —. No debemos olvidar que Julio escribió en Gíglico, en el capítulo número 68 de Rayuela: «Apenas él le amalaba el noema, ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes».
Disimuladamente, Gabriel, introdujo la idea del erotismo como otra de las motivaciones a discutir.
—Apoyo la proposición de Camilo —dijo Proust —. También nos podrá decir, Cortázar, si la cita viene de una criatura que se comporta como fama o como cronopio.

Fisiocromía de Cruz Diez 1975 Caracas
Actualmente en Arizona
Estas variaciones cromáticas se repiten incansablemente cada día, sin llegar a ser exactamente las mismas, sin que nunca sea igual la intensidad y la naturaleza de la luz que las baña. De allí el nombre de Physichromie, por el hecho de poner en juego el color luz, el color físico.
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