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En una playa de Isla Ovalada, algún día del siglo XXI

Actualizado: 8 oct 2020

Capítulo final de Rastro de los recuerdos

Comenzó a llover torrencialmente y los loros que sabían hablar en la casa de Playa Pescador decían: «¿Cómo será la tormenta mar adentro?». La abuela recogía los muebles de mimbre que siempre dejaban en el patio abierto y los resguardaba en la sala de la casa, donde se encontraba el único fonógrafo del pueblo. A lo lejos, en la cocina, Alba oía la música que la hacía sentir feliz mientras trozaba miles de ajíes dulces.


Las guacamayas revoloteaban entre los árboles, alegres por la lluvia que seguía cayendo. Las gallinas querían meterse dentro de la casa en vez de dentro de las hamacas colgadas en el patio, las cuales estaban sumamente mojadas por el agua de lluvia. Anabela le gritaba a Sabine: «Prepárate para cuando termine de llover, ir a la playa y recoger nuevas estrellas marinas».


La abuela, con más años encima que los bancos del pueblo o las rocas en el rompiente de las olas, estaba muy cansada y no quería oír más el sonido de la lluvia. Comenzó a llamar a todos los que estaban en la casa y les preguntaba si habían visto regresar a Mero.


Valeria, en el patio, aprovechaba el agua de lluvia para limpiarse el sucio de la cara y el agua de la salina. Recordaba el quiosco que había abandonado para venir a Playa Pescador. Vio pasar una gaviota y se preguntó, ¿dónde andará el visitante?


Un poco después, Anabela, sentada sobre la fina arena, y Sabine, acostada en una hamaca de yute, disfrutaban de la puesta de sol en la nueva playa llamada Poraquí. Recién habían terminado de comer y se preguntaban quién era el dueño del comedero. En ese mismo momento, vieron venir caminando sobre la transparente arena, a lo largo de la orilla del mar, a un alcatraz acompañando a una persona que se veía con muchos años en los hombros, por lo menos ciento veinte. Era de regular estatura, con una piel blanca como la nieve, traía una estrella marina en la mano. Él, al verlas, inmediatamente les dijo en muy baja voz: «Soy el dueño del comedero y padre del visitante»; al mismo tiempo, el alcatraz levantó su vuelo hacia el farallón.



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Foto propia: El alcatraz levanto su vuelo desde playa Poraqui hacia el farallón Carajo.

 
 
 

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