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El laberinto de los anillos —0—

¡Una especie de prefacio! O si quieren es un preámbulo para los que deseen tener una secuencia de otros relatos sobre el laberinto de los anillos.

En un agujero (quizás totalmente gris) existe un laberinto formado por anillos. Anillos que tienen puertas que se cierran y se abren. Toda la materia que entra en el agujero gris no puede salir. La materia está atrapada por la exactitud infinita. Sin embargo, la información si logra entrar y salir. Logra viajar a gran velocidad. Por supuesto no es mayor que la velocidad de la luz. Tarda un poco en llegar de un espacio a otro. Tal como una foto, con tu cara, enviada a través de un teléfono, hoy día en pleno siglo XXI, le llega a cualquiera. Debo decir que se transforma información pero no materia.


No hay alegría ni placer más complejo que el pensamiento y a eso se entregan los eternos que viven en los anillos del laberinto. Son como inmortales: ¡No morirán nunca! Permanecen indefinidamente en la “memoria” de los humanos. Debo decir que otros animales, a diferencia del ser humano, no logran nunca ser inmortales porque no saben o piensan sobre qué es la muerte. ¡Quizás, solo tienen instinto!


¿Qué es un laberinto? Puede uno preguntarse. La respuesta más sencilla es: un lugar de difícil acceso y tránsito. Una respuesta más intelectual sería, como escribió alguien en un cuento: «un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres, su arquitectura, prodiga en simetrías, esta subordinada a ese fin». Y así están distribuidos los anillos (objetos en forma de circunferencia) alejados de un hexágono principal en el centro del laberinto.


Fácilmente entendemos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real. Pero en estos (los próximos) relatos casi todo es ficción.


Siga con el laberinto de los anillos —I—



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Foto de Gina Santi: Entrada a la Catedral de sal, Colombia

 
 
 

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