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Burbujas

Actualizado: 26 mar 2021

Todavía no había salido el sol. Llegué muy temprano a visitar a Fulano. Estaba sentado cerca de la terraza en una silla de mimbre. Sostenía algo que parecía comida en su mano izquierda. Incliné un poco la cabeza para saludarlo. Me había convidado a ir a su lugar de mando un día antes de la fecha de la independencia. ¿De la independencia? Hoy las banderas estaban a media asta en honor a Marcelino Bocabarra. Tres días antes había muerto por balazo en la mera frente. El día parecía estar envuelto en una fina película de líquido. Era como si estuviéramos todos dentro de una burbuja de gas que olía a azufre.
Fulano levantó un poco la cabeza y me miró fijamente, al mismo tiempo se pasó la empanada a la mano derecha.
— ¿Qué hubo? —dijo con desinterés.
—Todo igual.
Fulano quería contarme una nueva noticia y me dijo:
—En vista de la muerte de Marcelino Bocabarrra, he decido nombrarte Canciller de la República Independiente.
—¡Mi jefe! Es un honor oír sus palabras.
Colásni en verdad lo único que pensaba en ese momento, era en el gran éxito que había tenido; al pasar desde un sencillo colaborador en la cocina del Palacio de Mando, a ser llamado Canciller. Bueno, en realidad a ser un funcionario de Fulano.
Comenzó a trabajar temprano en la tarde. Por lo menos hizo eso. Como cuando era niño y sin padres. Así como le seguía pasando a muchos niños en cualquier lugar del mundo. Buscaba encontrar la razón por la cual había tantos niños solos. ¿Conseguía la respuesta? Sin lugar a duda, ¡No! Lo que sí sabía era que los niños abandonados estarían tristes, Uh! eso es obvio. Otras preguntas pasaban por su mente: ¿Es que fueron abandonados por sus padres? ¿Es que eran retenidos por las autoridades, mientras devolvían a sus padres o madres a otro sitio del mundo? ¿Serán niños expuestos a un tráfico de niños? ¿Será que las autoridades somos crueles, al separar los niños de sus padres? ¿Es que tenía que haber fronteras físicas para separar dos mundos? Escribía todas esas preguntas buscando una respuesta lógica. Pero realmente era para que no se les olvidaran esas preguntas.
Lo único que se le ocurrió a Colásni fue que debía generar una burbuja de oxígeno. Quería difundir que había que ser tolerante. Sí, propagar que diferentes ideas con relación a las preguntas que se había hecho, permitirían encontrar una solución correcta para que los niños estuvieran bien acompañados y protegidos. Con una buena guía por parte de los adultos. ¡Nunca separados! ¡Nunca abandonados! Pero Colásni no era en absoluto muy eficiente ni virtuoso.
De repente un suceso imprevisto ocurrió, Fulano se suicidó. Colásni se transformó en el que tenía el poder total. Esa misma noche resolvió la interrogante sobre qué era lo primero que haría cuando le hablara al público de la Republica Independiente? ¿Qué hizo? Muy simple, les dijo a todos los familiares que asistieron al llamado a oírlo: «me alegro que estén conmemorando a sus niños, en especial a los que han muerto por efecto del virus. Ellos vivirán en un jardín eterno». No se acordó de los que estaban aún vivos. Sin embargo su falta de tacto y sentimiento, lo obligó a decir algo más cruel: «aunque no estoy seguro que haya suficiente espacio para albergarlos a todos». Pensaba equivocadamente que el pueblo lo aplaudiría. Se acordó de Marcelino Bocabarra. Bajó la mirada dormida y continúo soñando con su infamia.
 
 
 

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